SARA R.M.
El 2 de Septiembre de 2009 dos disparos separaron a Christian Poveda de la vida, paradójicamente se debieron al documental que se presenta en esta noticia, el cual le llevó a tener fama mundial como gran periodista: La Vida Loca.
Para filmarlo Poveda vivió durante un año con el grupo de pandilleros del “Barrio 18”, en El Salvador.
El Salvador es el país más peligroso de Latinoamérica, con una población de unos 5.745.000 habitantes, tiene una altísima tasa de homicidios: 60 asesinatos por cada 100.000 habitantes.
El presidente Mauricio Funes prometió seguridad al llegar al Gobierno, sin embargo, al final, ha recurrido a lo que los demás gobiernos hicieron: aplicar la represión pero no conseguir lo prometido. Así se contabilizan once asesinatos diarios.
Christian Poveda tenía esperanzas en el cambio e hizo este documental donde se ve la tragedia vivida en la colonia de La Campanera.
Aquí la banda de los Dieciocheros es una aspiración para cientos de jóvenes, pero en la que suceden ajustes a diestro y siniestro y la muerte es un elemento más del paisaje.
El documental nos transmite cuatro Historias de vida que engloban una comunidad.
El fenómeno de las maras (es decir, pandillas), aumenta en este país, donde nadie parece encontrar una solución viable. Así, las violaciones, extorsiones y asesinatos están a la orden del día.
Este fenómeno pandillero suma en Centroamérica los 60.000 grupos.
Poveda hizo quince documentales y con el último demostró la dureza extrema que se vive en El Salvador, el 85% de los homicidios además de ser por arma de fuego se pueden atribuir a las maras.
Sus rostros tatuados reflejan la rebeldía, la desestructuración familiar y el sentimiento de que sólo en la pandilla pueden encontrar el amor y la felicidad. Pero este sentimiento se desvanece cuando un disparo de una banda rival, como la Salvatrucha, enemiga en el caso de los Dieciocheros, decide acabar con sus vidas.
Este documental muestra la crudeza de Latinoamérica pero a la vez el pasotismo e indiferencia de los países occidentalizados, que parece que siempre juzgarán pero desde sus asientos privilegiados. SARA R.M.
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